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LA HORA DEL REPARTO

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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es

La hora del reparto o de la verdad engañosa o engañada

Esto para mí, esto para ti, esto para aquél… Es de temer un reparto monipódico.

Malo es el monopolio de la acción política por un solo partido; malo, en general, el bipartidismo; pero el multipardismo como protagonista puede dar como resultado un carajal; puede ser la marabunta.

Ha llegado la hora. Se pasó el tiempo de los fuegos artificiales, a lo que más se parecen los programas y ofertas que se lanzan al aire en una campaña electoral. Ha llegado la hora de la verdad, la de ver si aquella sedicente verdad pregonada en los mítines era tal o, al final, un engañabobos; metamorfosis que se produce con mucha más frecuencia en el mundo de la política que en la propia naturaleza. Esta mudanza natural o transformación que experimentan insectos y otros animales, en política tiene una definición muy gráfica y pedestre que se condensa en un dicho del pueblo: “dar gato por liebre”.

Ha llegado, pues, la hora de ver si la liebre es gato o si el gato, que es a lo que olía el guiso, en más de un caso en los días de campaña, es gato, gato. Y por lo que vamos viendo abundan más los maullidos que los chillidos de la liebre. Se empiezan a desatapar perolas y se ven muchos más gatos que liebres para servir en la mesa del común, en la mesa del pueblo; que es el que lleva siempre detrás de la oreja el retintín del cambio del chillido de la liebre por el maullido del gato.

De momento, se han destapado las contradicciones. De lo dicho y prometido en campaña por unos y otros, los incumplimientos son abundantes y flagrantes. De no pactar con éste o con aquél, porque si mis principios, porque si mi ética… porque si mis… los vemos ya, o ponerse de rodillas o lamer los carrillos occidentales del otro, situados al sur de la anatomía, a cambio de una parcela de poder o un simple plato de lentejas. Es la hora del triunfo de la indignidad, el momento donde el honor personal es arrastrado por los suelos. Claro que hablar de honor en algunos de estos personajes es una presunción excesiva el suponer que tenga su asiento en el alma de alguno de ellos. No se sabe si alguna vez tuvieron honor o es que lo han perdido en el camino. Lo que me hace pensar que si sus mayores se lo trasmitieron y lo han tirado a la cuneta, no son dignos ni de su prosapia.

Hace tiempo que comprobé que el honor en política es para muchos un valor inexistente o prescindible; cuando debiera ser la garantía de la conducta individual y la primera condición a cumplir en el pacto implícito con su propio pueblo. Se pueden usar tácticas y estrategias; pero en el tablero de juego político, el honor no es un peón de ajedrez que se entregue en las primeras jugadas para salvar el jaque mate. Es preferible “morir con dignidad a vivir con vilipendio”.  

Qué decir de los votantes. Podrían ponerse ejemplos de incoherencia entre lo que se dice y se sostiene políticamente y lo que se manifiesta después en el voto individual. En todos los partidos. Pero hay uno que ahora y en esta ocasión quiero destacar por el asombro que me causa y, un poco en venganza, por la tabarra propagandística que desde mi juventud hube de aguantar. Hace tiempo, mucho tiempo que los descubrí en su hipocresía y mentira. Es pura filosofía leninsita. Creo que en esta ocasión alcanzan el culmen. Es el caso de la que parece va a ser la alcaldesa de Madrid, la jueza Manuela Carmena. ¡Vaya jueza! Resulta que su marido, arquitecto, incumple las leyes laborales, estafa a los trabajadores de su despacho, arquitectos y técnicos en la materia, no reconociéndoles en plantilla la categoría que les corresponde, los echa a la calle, sin indemnización y realiza un alzamiento de bienes a favor de su mujer, esta jueza, para eludir sus responsabilidades. Ella, además de jueza, comunista de toda la vida, se presta al juego, con lo cual, oficio e ideología son arrojados a la ciénaga en favor de su estatus y fortuna, que parece ser no anda lejos de algunos milloncejos. Pues bien, a esta candidata la votan, se supone, quienes siempre se han llenado la boca con la causa obrera y contra el capitalismo explotador, es decir quienes se sienten engañados por éste y predican el comunismo.

¡Extraños, muy extraños, votantes! ¡Incoherentes, muy incoherentes, votos! En definitiva, sociedad podrida por unos y por otros, por derechas e izquierdas.

Llegado aquí revienta la pregunta, ¿adónde depositar nuestra esperanza y nuestro voto? De momento mi esperanza está conmigo y mi voto en el bolsillo; a la espera de fumigar y esterilizar las urnas. Me niego a depositar mi papeleta en éstas para que no salga untada de heces, una vez, hasta las puntas.

            Pedro Conde Soladana

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