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La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento (1)

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Por Laureano Benítez Grande-Caballero para elmunicipio.es

¿Cuántas mentiras tendrán que contar los podemitas, antes de que el pueblo español se dé cuenta de que su único objetivo es la toma del poder para satisfacer sus ambiciones ególatras, y para hacerse con sustanciosas poltronas que les resuelvan económicamente la vida?

¿Cuántas cabezas tendrán que ser cercenadas en el partido de los podemitas, antes de que sus votantes se den cuenta de que se trata de una nueva versión de las purgas estalinistas, de una noche de cuchillos largos en la que, como hienas hambrientas, los altos cargos se disputan ferozmente los restos de la carroña?

¿Cuántas purgas podemitas serán necesarias, antes de que el pueblo español comprenda que no pueden aspirar a gobernar un país quienes son incapaces de gobernar su propio partido?

La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento. La respuesta está flotando en el viento.

¿Cuánta tertuliacracia más tendremos que aguantar con la omnipresencia podemita, antes de que nos demos cuenta de que tanta promoción mediática se debe a que sirven lacayunamente a la plutocracia globalista que conspira por el Nuevo Orden Mundial, mediante el control absoluto de los medios de comunicación?

¿Cuántos programas más de televisión harán falta, antes de que las audiencias protesten porque aparezcan en ellos toda una inmensa legión de mafiosillos y tramponcetes, que, en vez de estar en chirona o en Pernambuco, se chulean altivos en los medios, indecentemente promocionados por telebasuras y tertuliasbasura, que hacen de pícaros ciudadanos «deluxe»?

¿Cuánta violencia filoterrorista más en las redes sociales será necesaria, antes de que la justicia caiga sobre los orcos tuiteros con todo el peso de la ley, y los proscriba para siempre?

La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento. La respuesta está flotando en el viento.

¿Cuántos países europeos tendrán que ser gobernados por partidos de derecha o de extrema derecha ―férreos defensores de los intereses nacionales frente a las exigencias de Bruselas―, antes de que España se dé cuenta de que en nuestro país no tenemos ningún partido realmente de derechas que abogue por la protección de nuestra Patria?

¿Cuántas banderas españolas tendrán que arder en las piras secesionistas; cuántos himnos tendrán que ser silbados, antes de que un solo juez dictamine que eso es un delito de lesa patria, merecedor de chirona y tentetieso?

¿Cuántos parados más hacen falta en España, antes de que el gobierno se dé cuenta de que con una monstruosa tasa de paro del 18,5% no es comprensible que la inmigración haya aumentado más del 20% el año pasado?

La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento. La respuesta está flotando en el viento.

¿Cuántas azotainas más tendrá que desear dar el machocoletas; cuántos amigos etarras tendrá que pasear por esos mundos; cuántos desplantes a la Hispanidad tendrá que hacer; a cuántos periodistas tendrá que amenazar, para que España se dé plenamente cuenta de que el Turrión no es sino otro «Tiranosaurio Rex» más en una larga lista de lenines, fideles, cheguevarianos, maos y chavistas?

¿Cuántas chupamingas, sadoazotes y bodaladas más debe perpetrar la caterva radikal, antes de que las Femen vayan a escrachearles pechos al aire a sus patios maravillosos?

¿Cuántos abortos más harán falta ―ya vamos por 120.000 al año, la primera causa de mortandad en España― para que todo el mundo entienda que existe el derecho de vivir, pero no el derecho de matar, y la izquierda retire de su programa el aborto libre y gratuito?

La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento. La respuesta está flotando en el viento.

¿Cuántas persecuciones más a la Iglesia, cuántas amenazas más hemos de soportar los católicos, antes de que la ralea de cheguevarianos reconozca que la Iglesia ha sido la ONG primera de la Historia, la más importante de la actualidad, la que más ha ayudado a la «gente», con sus comedores, sus hospitales, sus orfanatos, sus albergues, etc., mientras los progrerrojos iban de pogrom en pogrom, de cheka en ckeka, de gulag en gulag, de exterminio en holocausto de los pobres proletarios, a los que convirtieron en cadavérica legión?

¿Cuántas capillas tendrá que asaltar la blasfemaora antiespañola Rita, antes de que el pueblo madrileño adquiera plena conciencia de que esa hierofanta es totalmente indigna de ser edil de la capital de la Hispanidad?

¿Cuántas brujas-que-no-pudimos-quemar tendremos que aguantar; cuántas blasfemias más soportaremos; cuántos sacrilegios y profanaciones más harán falta, antes de que los jueces   condenen a un solo radical anticatólico y luciferino, aunque sea a una multa de unos simples eurillos, para disimular?

La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento. La respuesta está flotando en el viento.

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