Por Eulogio López
Estamos a 11 de febrero. Se cumple un año de la dimisión de Benedicto XVI y todavía no sabemos por qué se fue. El Nuevo Orden Mundial (cuidado con los amigos de Francisco, recuerda el sacerdote español Santiago Martín), dice estar feliz con el Papa Francisco, más que nada porque se dedica a manipularle sin pudor alguno. No, Francisco no es un progre pero sí es cierto que el Nuevo Orden Cultural que rige el mundo, no se atrevió a ‘secuestrar’ el mensaje de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero sí con este pontífice argentino llamado a ser mártir.
Volvamos a Ratzinger. Así, RTVE, la tele del PP -¿recuerdan?-, ha celebrado el aniversario con las siguientes palabras: “Benedicto XVI fue muy criticado como guardián de la fe durante 24 años”. Es decir, los que se pasó como prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. No, si te parece, se iba a dedicar a dilapidar el magisterio.
¿Comprenden? Ratzinger era el malo, Bergoglio el bueno, pero insisto: no se fíen de los amigos de Francisco, porque no son amigos. A la progresía le interesa que Francisco sea el bueno y su antecesor el malo. Sólo eso.
Al tiempo, los dos lobbies más venenosos del NOM, el lobby feminista y el lobby gay se quitan la careta y pasan al ataque. La ONU, que alberga en su filas a culturas pedófilas -China o el Islam- continúa utilizando la pederastia clerical -mínima y contra la que han luchado con denuedo los tres últimos papas- para denigrar al Cuerpo Místico.
Pero volvamos al enigma Ratzinger: no me gusta la teoría de que Benedicto XVI dimitió porque él no era el elegido. Vamos, que en el cónclave de 2005 los cardenales austriacos y alemanes cerraron el paso a Bergoglio para tener a uno de los suyos en el sillón pontifico. No me gusta porque el Espíritu Santo preserva la libertad humana -una autolimitación divina autoimpuesta por el mismo Creador- pero no se le engaña.
Yo sigo insistiendo en que Benedicto XVI dimite porque llega a esa conclusión en oración, que es donde debe decidir el Papa qué es lo mejor para la Iglesia. Advierte, o es advertido, que los acontecimientos se precipitan y que al tiempo de la misericordia le sucede la era de la justicia. Su dimisión será una forma de acelerar los tiempos. Pero lo digo yo, y como no soy vaticanólogo, es muy probable que me equivoque.
Lo que sí es cierto es que el cambio de dos papas formidables, Benedicto XVI y Francisco ha servido para que los enemigos de la Iglesia se lancen contra la cristiandad. Con dos campos de batalla muy claros: la Eucaristía y Santa María. Es ahí donde van a atacar y por ese orden. Respecto a la batalla eucarística, la posibilidad de otorgar la comunión a los divorciados y vueltos a casar es sólo la primera escaramuza. La segunda será la negación de la presencia real de Cristo en las especies eucarísticas, con la consiguiente trasformación del sacrifico en banquete, y la tercera la prohibición legal o social de la misa. Y ojo, no tiene por qué hacerse desde fuera.
La batalla contra Santa María adquiere otro ropaje: se trata de ningunear a la Madre del Redentor y negar todo tipo de conocimiento profético. Curiosamente, no desde el racionalismo, sino desde la entronización de la superstición espiritual. La razón no se opone a la fe -es más, la razón humana es dogma de fe- la superstición, que niega ese dogma, sí. Se trata de cambiar a Cristo por “fuerzas” y la paternidad divina por la fraternidad entre los hombres.
Y todo ello en un escenario de blasfemia contra el Espíritu Santo. Es decir, lo bueno pasa a ser malo y reprobable, y lo malo se convierte en bueno. Ya saben: una inversión de los términos. ¿Ejemplos? Decenas. Por ejemplo, el aborto ya no es algo que deba ser despenalizado: es un derecho, el sacrosanto derecho a decidir… si me cargo al niño.
Lo de la pederastia, el Vatileaks, los bancos vaticanos y otras chorradas -sí, chorradas, por exageradas y manipuladas- no es otra cosa que el ruidillo mediático para desprestigiar al Cuerpo Místico, carne para periodistas ligeramente obtusos y para interneteros más o menos ignorantes. A fin de cuentas, ya sólo existe un medio informativo: Internet.
No, los campos de batalla son la Eucaristía y la Corredentora, las dos tablas de salvación de la humanidad. En ello estamos.
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