Por Pio Moa
El análisis político tiene en España dos taras que la convierten en una parodia –siempre con las expeciones de rigor, muy pocas–: una ignorancia profunda de la historia, limitada a cuatro tópicos, y una beatería esencial, que hoy es por lo común anglómana como en otros tiempos era más o menos sovietófila (recuerden la reacción cuando Soezhenitsin dijo cuatro verdades sobre España y la URSS). Se ha vuelto a ver de forma estridente en relación con el referendum escocés. Me gustaría que saliera el sí, aunque sospecho que saldrá el no, y de todas formas no me importa demasiado, pues se trata de un problema ajeno. Pero casi unánimemente los especialistas nos han informado de que la independencia de Escocia sería un desastre «para Europa», «un torpedo en su línea de flotación, como ha dicho el cretino lector del Marca y de «la economía lo es todo», el continuador de Zapatero y mayor embustero político desde la transición –y ya es difícil–. Otros maldicen el nacionalismo, sin saber de qué hablan, acusándole de 80 millones de muertos en el siglo XX (¿y por qué no 100 o 200? Ahí hay barra libre). Por supuesto, igualan el problema escocés al creado entre el separatismoy los gobienrnos centrales en Cataluña y Vascongadas. Otra demostración de la inanidad de los que, sin embargo, crean opinión y nos gobiernan o más propiamente nos mangonean. Aclaremos algunas cuestiones elementales y evidentes.
a) La unión de Escocia a Inglaterra fue siempre una cuestión de conveniencia económica –mezclada con chantaje–. Si las razones económicas ya no funcionan o perjudican a Escocia, los escoceses sabrán lo que les conviene. Observen que las presiones inglesas se basan siempre, como es tradicional, en el chantaje económico. «Si marcháis, os vais (os vamos) a arruinar»
b) El problema de Cataluña es radicalmente distinto. Ya lo he explicado en otro artículo y no insistiré. Consiste básicamente en que la llamada casta política ha apoyado y financiado a los separatismos.
c) Si a Escocia se le impide el ingreso en la Unión Europea, no por ello deja de ser un país europeo. Europa es más, mucho más, que la UE, cuyos rasgos distintivos son hoy el abortismo, el homosexualismo y el feminismo, acompañados de una cristianofobia profunda, potenciados por una burocracia política muy poco democrática –y es lo menos que puede decirse.
d) Para cretinos como el que nos gobierna, fuera de la UE no hay vida. Pueden decírselo a Suiza y a Noruega. Hay países a los que les va bien en la UE y otros a los que les va francamente mal, como Grecia o la misma España. Creo que nunca debió pasarse de la CEE
e) Tras muchos años de demagogia barata, España es el país más «europeísta» de Europa, es decir, el más dispuesto a disolverse en la Unión Europea, perdiendo su identidad a marchas forzadas. Es también el país más ignorante sobre la cultura y la historia europeas, y de paso sobre las propias de España.
f) España es además el país más despreciado –y en muchos aspecto despreciable– de Europa. Basta constatar la permanencia de la colonia inglesa de Gibraltar para entenderlo. Pero eso no importa a nuestros fervorosos europeístas de chicha y nabo, políticos, intelectuales y periodistas.
g) Una cosa es Europa y otra el europeísmo. Este han sido forzado por la democracia cristiana después de la II guerra mundial, en el sentido, totalmente ajeno a España (y a Francia y a Inglaterra) de crear un imperio euro-cristiano. Luego, en justicia poética, el proyecto europeísta ha tomado un carácter socialdemócrata y anticristiano. La Iglesia, cuando se mete demasiado en política sule traer desastres.
h) El nacionalismo suele interpretarse en dos sentidos: como patriotería exacerbada e impositiva, y como la doctrina democrática según la cual la soberanía reside en el pueblo, en la nación. En el primer sentido ha existido siempre, en el segundo es una doctrina democrática reciente, aunque tuviera derivaciones antidemocráticas.
i) El europeísmo no es antinacionalista. Fundamentalmente es la pretensión de crear un nacionalismo europeo, contrario a toda la historia y la diversidad cultral propias de Europa. La razón profunda del fervor europeísta de nuestros ignorantes políticos e intelectuales es su hispanofobia. Ya lo expresó Ortega y Gasset en una frase absurda: «España es el problema y Europa la solución». Ortega siempre fue un botarate en política, hasta que volvió a España en 1946. Como todos aquellos «europeístas» solo tenía cuatro ideas triviales de lo que era Europa, que pocos años después se precipitaba en la I Guerra Mundial, de la que España felizmente se salvó, a pesar de los «europeístas».
j) Por mi parte, admiro la cultura inglesa –solo un bobo no lo haría– Pero la política inglesa siempre fue contraria a España. A ella debemos la piratería, la independencia de Améica en la forma nefasta como se produjo, la colonia de Gibraltar, el hambre después de la guerra civil última y tantas otras delicias. El nefasto PP acaba de dedicar una plaza en Madrid a Margaret Thatcher, precisamente una nacionalista-imperialista inglesa, y ha decidido, inconstitucionalmente –y es lo de menos por que es hispanofóbicamente– hacer del inglés el idioma superior de la cultura en la propia España, cooficializándolo en la enseñanza en Madrid, e imponiendo que una de cada tres carreras universitarias se curse en inglés o bilingüe.
k) La cuestión de Escocia no nos compete más que porque en Cataluña los separatistas y los sucesivos gobiernos desde la Transición han creado artificialmente un problema parecido. Considero que mientras España no se libre de la corrupta e hispanófoba casta política PP-PSOE-separatistas creada en la transición, corremos el riesgo de nuevas y graves convulsiones. Explotando, además, asuntos como el de Escocia.
l) Finalmente, es completamente incierto que el nacionalismo sea el responsable de las guerras europeas del siglo XX. El nazismo no era exclusivamente alemán, sino precisamente europeísta. El fascismo italiano tenía pretensiones universalistas, de modo parecido al liberalismo. Y el comunismo era esencialmente universalista e internacionalista. Además, pensar que Escocia amenaza a Inglaterra con alguna nueva guerra es de una estupidez incomparable. Dijo Mitterrand que «el nacionalismo es la guerra». Mitterrand nunca fue más que un demagogo barato. Por cierto, nacionalista francés y algo parecido a colaborador del nazismo.
Artículo de Pio Moa publicado en el diario La Gaceta.