Por Fernando Conde
Históricamente la Real Academia de la Lengua no se ha caracterizado precisamente por su agilidad funcional. La adecuación y fijación de vocablos, la elaboración de diccionarios de uso y la normalización del castellano han sido sus tortugueos más reconocibles. Por eso quizá sorprenda tanto la novedad, la frescura y el duende de la campaña que, en colaboración con la Academia de la Publicidad, ha lanzado recientemente. «Lengua madre no hay más que una» es el título de una divertida y mordaz iniciativa que pretende denunciar el abuso del inglés, sobre todo, en el lenguaje publicitario, pero también, por empatía consecutiva, en nuestras cotidianas vidas.
Qué duda cabe que muchos encuentran más «chic», más «cool» y más «fashion» (no más adecuado, ni más moderno, ni más propio… ¡quiá!) llamar, por ejemplo, CEO al jefe -¡con lo bonito y castizo que resulta acordarse de su santa madre al mentarlo!-; o salir a hacer «running», en vez de ir a correr un rato y abonarse a unas buenas agujetas; o buscar un «target» en la vida, en lugar de tener un objetivo. Pero parece que en eso estamos: en hacer de menos a nuestro castellano para mayor gloria de ese inglés que todo lo tizna.
Tal vez usted sea de los que piensan que cualquier cosa gana enteros si la adobamos convenientemente con un poquito de inglés. Es un complejo muy español el de despreciar al hijo propio y alabar al del vecino. Sobre todo, si el del vecino habla raro, como si se le hubiera pegado un chicle en el paladar. Somos así, acomplejados de nuestra historia, de nuestra identidad, de nuestros valores. Lo cual, por otra parte, no deja de tener su aquel si analizamos la pujanza de nuestra lengua en el mundo y vemos, por ejemplo, cómo el español ya le está metiendo mano -qué bonita expresión- al inglés en Estados Unidos.
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Pero no se preocupe. Un servidor reconoce que a veces también se deja llevar por la moda; que de repente se halla inmerso en un «brain storming» un lunes por la mañana; que cae rendido ante el preciosista y colorido «packaging» de una compra por Internet; o que siente la presión de un «timing» demasiado justo para terminar la faena en tiempo y forma. Qué le vamos a hacer. Pero, ¡bravo por la RAE! Su campaña ha hecho nacer, al menos en quien suscribe, un punto de orgullo lingüístico, de amor verbal, de dignidad léxica. La batalla del idioma está en el aire, como el Nobel de Literatura, pero uno tiene claro que sería un «fucked stupi» si no supiera en qué bando milita. ¡En el del español; a muerte!
Artículo de Fernando Conde publicado en el ABC de Castilla y León
Los grandes idiomas se llevan como hermanos; tanto es así que se hacen «préstamos». Suelen ser los pedantes los que los enfrentan y maltratan. Qué se cuiden éstos del sarcasmo que se gastan cuando se les enfada y tiran de vocabulario propio para dejarlos en ridículo. Por ejemplo, con flema inglesa y chascarrillo español. En definitiva, les sobra guasa contra sus maltratadores. «Iban un español y un inglés…».