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¿ROJOS? ¿QUÉ ROJOS?

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Por Juantxo García para elmunicipio.es

Son, desde luego, más, pero los dos grandes deberes del revolucionario son: perfilar con nitidez al enemigo político y hacer la revolución. Ayunos de estos dos principios no se puede hablar, con propiedad, de revolucionario sino, en todo caso, de pollo sin cabeza, de charlatán de feria o, peor aún, de tonto útil.

Centrémonos en el primero de esos dos pilares: el que obliga, antes de emborronar la primera cuartilla, antes de pronunciar las primeras trece palabras seguidas y, obviamente, antes de dar el primer paso, a saber quién es el auténtico adversario.

Las llamadas «redes sociales» son un buen escaparate, dado el amplio espectro que allí converge, se autocomplace o se destripa virtualmente, para saber quién es, en el llamado «mundillo patriota», el revolucionario con vitola (o, al menos, el que apunta maneras) y el bobo chichinabesco patinado de rojigüalda.

¿De qué prueba del algodón estoy hablando para distinguir el mineral de la ganga, la seda de la borra? Me refiero al «comunismo». Del comunismo, señoras y señores, ya no quedan sino residuos apenas perceptibles en Europa. Lo único digno de tal nombre es, probablemente, Corea del Norte y, en puridad, aquel país no es comunista, sino nacional-comunista por no decir comunista-prusiano.

Sólo los ingenuos y/o con una formación política deficientísima pueden tragarse, aquí y ahora, el sapo del comunismo como lacra a extirpar, como paso imprescindible alcanzar un «mundo feliz». El comunismo, insisto, ya no existe sino nominalmente. Es lo más parecido a un espantajo. Un imposible teórico frente a la aplastante apisonadora que representa el neoliberalismo, tal y como acertadamente sostiene el profesor Byung-Chul Han (un interesantísimo autor surcoreano, docente en Alemania). La lectura de su esclarecedor y pedagógico ensayo «Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder» (Herder, Barcelona, 2014) extirpará, sin duda, simplezas a quién aún tenga ciertas dudas. Absolutamente recomendable.

Pero vayamos al grano. ¿Quiénes encarnan, para determinados sectores de eso que hemos convenido en denominar «mundillo patriótico», el comunismo rampante cuya pretensión no sería otra que despojarnos de felicidad, hacienda y vida? Podemos.

Lo de identificar a Podemos con la «bestia roja» y el «mal absoluto» es el típico error de bulto de quien llama «acción política» a ir dando ridículos e ineficaces palos de ciego al socaire de una liturgia tan palurda como agotada e inactual. Y lo peor de todo no es que ese «valeroso patriota» se está equivocando de enemigo, sino que, paradójicamente, está «trabajando» para el enemigo.

Hasta un siniestro personaje al servicio de Washington y Tel-Aviv como es el periodista turolense Jiménez Losantos, se ha apercibido y no duda en propalar por las ondas que Podemos ha encontrado acomodo y propaganda gratuita en los canales generalistas de televisión españoles gracias a los majenos de Soraya Sáenz de Santamaría. Este sería suficiente argumento para darnos cuenta que, lejos de ser un abominable tentáculo del fantasmal estalinismo internacional, Podemos es, al fin y a la postre, el Sacamantecas que el propio Sistema esgrime para agrupar (y disciplinar) a la grey asustadiza.

Podemos no sólo no es comunista «stricto sensu», sino que incluso me atrevo a decir que estamos frente a un fenómeno político abiertamente anticomunista. Hasta donde sabemos, no fue Corea del Norte quien dio a luz a Podemos. Hasta donde se llega comúnmente a rascar, la cuna estaría situada en Venezuela e Irán. Pero Venezuela e Irán, que nadie se engañe, lejos de estar gobernados por regímenes comunistas, son regímenes que, en todo caso, han apostado por tener determinados «amigos» en España por razones que a mi se me antojan de puro juego geoestratégico, razones que merecerían, sin duda, un comentario colateral.

Sabemos por Losantos que Podemos nació de la mano de bolivarianos y allatolás. Sabemos por Losantos que Podemos es una criatura mimada por el Partido Popular con el objetivo de asustar al nene con el coco y, de rebote, hacer añicos al PSOE. Pero esa no es, desde luego, toda la verdad. Ni siquiera la verdad.

Afortunadamente, en internet no todo es espectáculo y fruslería. Informativos en la red como «El Espía Digital» [elespiadigital.com] o «Katheon» [katehon.com], este último en su versión en español, nos han puesto sobre la pista de que lo rojo rojísimo, de que lo comunista comunistísimo, ni es ni rojo ni es comunista. Así, el pasado mes de julio ambos informativos se hicieron eco de las investigaciones del llamado Colectivo Utopía, capitaneado por el politólogo Andrei Kononov, para el que la génesis de Podemos está bastante más cerca, muchísimo más cerca que Caracas y Teherán: la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) [http://katehon.com/es/article/nueva-investigacion-de-colectivo-utopia-desvela-quien-financiaba-la-fundacion-germen-de] o, más recientemente, el pasado mes de octubre, enterarnos que el hilo del llamado «movimiento antimilitarista» en España no nos lleva al Kremlin, sino mismísimo Georges Soros [http://katehon.com/es/article/movimiento-anti-militarista-en-espana-agente-al-servicio-del-imperialismo].

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¿Qué es, pues, Podemos? El resultado de la versión española de la «revolución de colores» que en España se llamó «15-M». Y las «revoluciones de colores» (como las «primaveras árabes») no fueron diseñadas precisamente para desempolvar los cadáveres de Lenin, Stalin y Mao, sino para tratar de hacer estragos en las fuerzas resistentes que las potencias emergentes están planteado al Tío Sam. ¿Qué función desempeña Podemos? Podemos no pretende derrocar a «dictador» alguno bajo los sones de «La Internacional», sino hacer las veces de espita de cualquier subidón social. Para eso fue creado Podemos. En Atenas, los pasados 13-16 de octubre, Syriza (el Podemos griego) dio un paso más en su proceso de reubicación «centrista», abandonando cualquier veleidad revolucionaria si es que alguna le quedaba desde enero de 2015. Alexis Tsipras obtuvo más del 93% de los votos (cuando en el anterior congreso había obtenido el 74% de los votos) y Syriza es ya «un partido de orden». Ni ha habido revolución social en Grecia, ni el país heleno ha caído en los brazos del Zar Putin y allí solo rechistan a los dictados de Bruselas, desde la izquierda, los grupúsculos anarquistas de toda la vida.

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2 COMENTARIOS

  1. Ni existen los comunistas, ni existen los fachas. Ni es facha el que ama a su bandera, ni comunista quien dice serlo y después vive como un capitalista. Lo que si existe es un encasillamiento para que la masa social no piense, blanco-negro, derecha-izquierda, hombre-mujer, etc… y así ser manejada de forma más fácil por las élites… Ni existen las primaveras árabes, o si no véase en qué ha devenido todo, ni las revoluciones de colores, todos son intereses para manipular al personal.

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