Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es
Quizás no sean lo que esperan los más inocentes, los niños, o tal vez otras personas ya adultas, no valoren este regalo que he inventado para este año que viene cargado de incertidumbres y de sentido puramente mercantil, o de subsistencia; yo pretendo caminar por otros sentimientos y entre ellos está el cine, cuando se manifiesta como expresión del séptimo arte, que dicen los entendidos. Claro que me apresuro a decir que en absoluto soy experto en esto de las películas opero, perdonar mi atrevimiento, si aprovechando mi afición al cine, si os regalo el recuerdo de media docena de films que me han impresionaron de por vida, por su belleza, por su contenido, por su mensaje.
Para ello he elegido seis películas que, por supuesto, no serán todas, ni a lo mejor, las hayáis seleccionado o visto, y sin embargo merecen ofrecerse como un extraordinario regalo por su belleza. Puedo empezar estos regalos de ética y estética con una secuencia imborrable de la película “Centauros del desierto”, 1056. (Dir. Ford, maravilla), cuando el rudo Ethan, Jhon Wayne, aparece desde un contraluz en la puerta del rancho familiar con el matrimonio, esperando noticias de la chica secuestrada por los indios, y la música envolvente y grandiosa de Max Steiner, como toda la escena enmarcada en un paisaje magnífico.
A su par, destaco otra película memorable como pienso de Raíces profundas, por su música maravillosamente descriptiva del oeste americano, unos horizontes espectaculares, y un final verdaderamente enorme, hermoso, espectacular, donde todo queda abierto en la despedida que el hijo de los granjeros acosados, y protegidos por el antiguo pistolero (Alan Ladd), va desvaneciéndose en la lejanía mientras se escucha la voz del nilo: ¡Shane, no te vayas¡, ¡Shane, quedate, Papá y mamá te quieren¡ Para mí, es un final pleno de belleza, de mensaje, donde la lealtad y el respeto priman sobre las circunstancias. La música de Stein, es francamente emocionante.
Yo no dejaré de recordar esta otra cinta dirigida por CarolL Reed y protagonizada por Welles, Josep Cotten y Alida vali,l “El tercer hombre” (1949), basada en un relato de Grahan Green, con unos personajes inolvidables –Harry Holy-, y una secuencia final para la eternidad por su maravilloso rodaje; esa salida de la ex novia de Welles, Alida Valli, del camposanto de Viena, caminando por la avenida de árboles, con una música sin duda magnífica en su versión vienesa, y el escritor americano, esperándola y viendo como se alejaba, es sencillamente para gritar de maravillosa sensibilidad, donde el cine como arte, logra una altura irreversible. ¡Menudo regalo el volver a verla o recordarla
Tengo también en mi memoria el largometraje “Lo que el viento se llevó” (Dir. Victor Fleming), que solo por el fotograma donde la protagonista, Scarlett, en un juego de luces impresionante, bajo el fuego crepuscular de la tarde, jura no pasar nunca más hambre, y todo, ante una crescendo musical creado por el maestro Max Steiner, contribuyendo así a crear atmósfera y realismo de forma extraordinaria. Nos da, por todo esto, la idea de lucha, de rebelión ante la adversidad, de convicción en sus propias fuerzas para vencer todos los obstáculo de una vida por difícil, maravillosa secuencia que por si sola, se califica como magnífica.
Tampoco puedo olvidar una película emblemática, rodada en blanco y negro, donde vernos al gran Humprey Boggat en un papel histórico, en “Casablanca”, 1942, dirigida por Michael Curtiz, posiblemente su mejor película, acompañado por la gran Igmar Bergman y música del mítico compositor Max Steiner. Casablanca, con ese último fotograma de la pareja de viejos contrarios: el francés de Vichy y el americano apátrida, es sencillamente sensacional con esas famosas palabras: Creo que esto será el principio de una gran amistad, mientras el avión con el patriota francés y la dulce Ingrid, vuela hacia la aventura de los Estados Unidos. Aquí, de nuevo, la convivencia, la honestidad, la lealtad, la increíble película esperanza, todo se une para hacer una .
Y ya, como para terminar esta breve relación de mi regalo navideño en forma de recuerdo a unas películas, y en particular a unas escenas inolvidables, me gustaría que retuvieran “Cantando bajo la lluvia”, (1952), de Stnley onen, con la desaparecida Debbie Reinold, en esa emotiva secuencia de Gene Kelly bajo la lluvia, en una interpretación soberbia de voz y claqué que ha pasado a la historia del cine. Solo esas imágenes, sería suficiente para recordarla toda una vida. Un prodigio de musical desde una vivencia amable, de amistad, de compañerismo y de alegría de estar y vivir. Como yo os deseo a todos. Este es mi regalo.