Falange Española, Cara al Sol
Se lo he oído cantar a chulos de tres al cuarto y a las mejores personas que conozco; a pijitos emperifollados y a obreros vestidos de mono; a egoístas burgueses y a gente con un profundo sentimiento revolucionario; a ricos y a pobres; a derechistas, a izquierdistas y a muchos que renegaban de ambas categorías; a agnósticos y a opusinos; a franquistas furibundos y a antifranquistas radicales. He visto como lo tatareaban borrachos por la calle, adolescentes sin idea de política, políticos profesionales enriquecidos durante el Régimen y gente tan honesta que pagó su fidelidad con la cárcel.
Lo he oído entonar en campamentos de verano de los jesuitas y en pelis sobre la guerra o la Transición, como siniestra banda sonora de los desmanes de la extrema derecha. Lo he visto cantar con amor y con odio: con solemnidad, con los ojos emocionados y la mano extendida a modo de saludo, pero también con el gesto altivo, los dientes apretados y el brazo tieso y amenazante como en una película de nazis. Lo han cantado con fervor mis amigos y mis enemigos; los más inteligentes y los más necios; los buenos y los malos; los que sabían de su significado y aquellos que berreaban sus estrofas sólo para sentirse fuertes y arropados, tipos duros a los que hay que temer.
Delante de mí lo han cantado gallitos salvapatrias; militares enamorados de España (¡qué pocos!); novias de falangistas; peña que desafinaba y decía “la muerte si me llega” o “mis compañeros”; montañeros aguerridos en una cima nevada; futboleros subnormales; portadores de símbolos diversos (célticas, águilas de San Juan, esvásticas, rojinegras yugadas y hasta banderas republicanas); gente furiosa en manifestaciones y gente rebosante de paz, ante una tumba y cinco rosas; militantes del PSOE y votantes de Izquierda Unida; ancianos generales de la División Azul…
Cara al sol es un himno sobre la guerra escrito antes de la guerra; es un poema de amor y de esperanza sobre un muchacho que le dice a su novia que si cae muerto en la batalla, lo hará mirando al Cielo y con la camisa en cuyo bolsillo ella bordó con cariño cinco flechas rojas; que al morir se reunirá con sus mejores camaradas que ya hacen guardia en lo Alto; que su muerte contribuirá a la Victoria de sus ideales y a la Paz anhelada por todos, a la primavera sonriente.
Cara al sol con la camisa nueva
que tú bordaste en rojo ayer,
me hallará la muerte si me lleva
y no te vuelvo a ver.
Formaré junto a los compañeros
que hacen guardia sobre los luceros,
impasible el ademán,
y están presentes en nuestro afán.
Si te dicen que caí,
me fui al puesto que tengo allí.
Volverán banderas victoriosas
al paso alegre de la paz
y traerán prendidas cinco rosas
las flechas de mi haz.
Volverá a reír la primavera,
que por cielo, tierra y mar se espera.
Arriba escuadras, a vencer,
que en España empieza a amanecer.
Artículo Publicado en el blog La Pluma Viperina