Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es
Todos somos solidarios con las necesidades de las personas, y desde luego con las más desprotegidas, incapaces de procurar lo imprescindible para su supervivencia, hasta el punto de urgir la más triste de las ayudas como sería su propia alimentación, la comida sin la cual sería imposible la subsistencia, y el hambre hace perder la dignidad de todos, los que sufren esa injusticia y los que ven, aun desde lejos, tan tremenda realidad, Y esto, claro, que a cualquier persona con un mínimo de humanidad nos conmueve y despierta en nosotros el afán por mitigar al menos, esa terrible falta de recursos y de pan, que acosa a demasiada gente humilde y desfavorecida, Y así surgen innumerables entidades, asociaciones de ciudadanos, comedores sociales, o instituciones creadas exclusivamente para recoger, acumular y distribuir en lugares y centros de reparto cuanta más comida se pueda, a esos grupos marginados carentes de todo, sin nada que llevarse a la boca, es natural. Ya la Iglesia a través de sus organismos laicos como Cáritas, vienen haciendo una labor extraordinaria; del mismo modo trabajan voluntarios adscritos a Cruz Roja, e infinidad de iniciativas promovidas por la sociedad civil en comedores y salas de entregas alimentarias se fundan de punta a punta del país. Es una actitud cuasi general que nos llena de satisfacción y demuestra el punto de solidaridad del pueblo español.
Sin embargo, pienso que esta meritoria vocación de ayuda a nuestra gente más necesitada, nuestro deseo de colaborar a disminuir en lo que se pueda esta situación de emergencia para miles de familias, no debiera de ser protagonizada por ninguna organización de tipo político, y por supuesto, no ejercerla desde las siglas de ningún partido, esto, que sería positivo, se malea cuando de alguna manera se intenta o eso parece, sacar provecho partidista de una realidad tan onerosa como el hambre de nuestros ciudadanos. Creo que precisamente los partidos políticos, tendrían que excluirse de aparecer como repartidores y distribuidores de bolsas de alimentos, aunque no se buscara un rédito, aunque fuera por sincera convicción solidaria, pero que no escaparía nunca a la mala interpretación de su gesto por individuos u organizaciones siempre dispuestas a la maledicencia. De cualquier manera las fuerzas políticas tienen que tener mucho cuidado en asumir acciones que en verdad no le competen, o no han nacido para ello, su razón consiste en ofrecer a la sociedad metas y legislación, programas que posibiliten resolver esa clase de problemas, como el empleo, la comida, la sanidad y la educación. Para lo otro, ya están las generosas dedicaciones de muchas instituciones que hacen una labor incomparable.
No estoy de acuerdo en que los Partidos Políticos, aparezcan como unas onegés cualquiera, no es su misión y es lógico que desde instancias políticas se critiquen estas acciones que se confunden, naturalmente, con planteamientos políticos y no de solidaridad con los necesitados. Si lo hacen, estarán sometidos a la condición de oportunistas.