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ESPAÑA Y SUS SOLDADOS

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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es

Pasaron de un temido protagonismo a un insano e insensato olvido. En España, parece una especie a extinguir. Para algunos son como una herencia nefanda, un miembro monstruoso de la familia al que hay que ocultar o un viejo, achacoso y desdentado perro de presa al que debemos dejar morir. En esta nación, empieza a ser difícil ser soldado; no sé si profesión tan antigua como aquélla de la que se dice que es la más y que acaba por rastrojo, como las que tales ejercen, porque hay un valor, entre otros, al que un soldado no renunciará nunca: su dignidad.

En esta sociedad, donde tanto cafre, abyecto, indocumentado y caradura toma protagonismo, sin más hazaña que su desvergonzada conducta, estos héroes del silencio, los soldados de España, sólo son protagonistas el día en que se matan en un accidente o cuando en otros tiempos un vil y cobarde asesino los eliminaba por la espalda; hasta cuando aparece la noticia esporádica de que un contingente de militares es desplazado fuera de nuestras fronteras en misión humanitaria, hay que recalcar esto de la misión humanitaria para justificar su existencia. Como si el Ejército fuera un ente, una pasada, pesada e inútil carga que estamos obligados a soportar en estos tiempos; con no más consideración que un elemento de la tradición folclórica, la zarzuela o la jota, por un decir. Pues, precisamente en estos tiempos en los que la paz, como siempre, es un bien en constante riesgo de caducidad, el Ejército es su garantía. O ¿es que los vecinos del norte, del sur, del este o del oeste se están desarmando todos los días? O ¿es que salvo en la copla, con las bombas que tiran los fanfarrones, las gaditanas se siguen haciendo tirabuzones? ¡Hombre!, es fama que los soldados de España los han tenido bien puestos; pero hay que reconocer, hoy como siempre, que al par de “güevos” hay que añadirle el condimento de la última tecnología para obtener un plato de buena cocina. O ¿queremos acabar en un ejército de gloriosos héroes pírricos?

No es propio confundir a un ejército nacional con una ONG, aunque algunos cínicos de ideologías totalitarias, disfrazados de demócratas, quieren convertirlo en eso para destruir su esencia, que es muy otra. El Ejército es el Pueblo en Armas, garantía de la paz, la independencia y unidad de los pueblos de España. El día que en una convención mundial, todas las naciones, desaparecido el terrorismo, curados de fantasías e inercias nacionalistas y convertidos todos en personas benéficas y altruistas, acuerden disolver los ejércitos del mundo, los beatíficos pacifistas habrán logrado sus últimos objetivos militares y nosotros veremos culminadas y cumplidas nuestras razones. Mientras, somos mayoría los españoles que no estamos dispuestos a hacer el canelo y a que nos las den todas en el mismo carrillo. ¿Verdad señores izquierdistas extremistas que, en aquella URRS de sus amores y países satélites que conocimos, había más botas militares que adoquines en las calles de Moscú? Pues cuéntenselo a sus secuaces que parecen querer para España un ejército de postre con soldaditos de chocolate, mosquetones de nata y bayonetas de pirulí.

Naturalmente que el Ejército debe intervenir en misiones de paz, en misiones sociales, en catástrofes, etc., como pueden hacerlo instituciones benéficas, pero sin perder su identidad o rebajar su entidad o dejar de cumplir su papel constitucional e histórico. Por cierto, en esas misiones de paz, nuestros soldados han demostrado ser, además de guerreros, hombres de corazón, entregando su cariño a los niños y hasta parte de su paga para mantener escuelas y hospitales. Se contaba antaño en la prensa que los niños de Kabul gritaban “Gracias, España”, cuando veían pasar vehículos con la bandera de nuestra Patria.

Militares, soldados de España, estad orgullosos de vuestra vocación, pues si hay un ejército en el mundo, sabio por sus errores y orgulloso por sus hazañas, ése es el Ejército Español. Son muchos los siglos de experiencia militar los que se encierran entre las fronteras montañosas y marítimas de esta Península Ibérica. Hace cinco siglos que la infantería moderna nació en la cabeza de un estratega excepcional, Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. España fue siempre cantera de buenos soldados. Los tiempos cambian, sí, pero no las esencias. ¿El enemigo? Viejo o nuevo, mudado de piel, disfraz o uniforme, aún no ha sido sustituido por el hombre bueno universal. Mientras…siempre soldados de la paz pero con el arma limpia, reluciente y a punto. En lo que a mí toca, estoy orgulloso de haber sido Caballero Legionario Paracaidista.

¿El presupuesto nacional? La paz y la guerra son el debe y el haber de una contabilidad cuyos resultados tienen que dar sumas iguales y positivas. No se puede equilibrar la contabilidad nacional –al final resulta un desequilibrio- a costa del capítulo militar. ¡Cuidado!, gobernantes. No reduzcamos la actividad de nuestro Ejército al de un paralítico, un mutilado de guerra al que se le dedica a obras pías. Ni por el inducido complejo de los falsos progresistas, cuyo cinismo es directamente proporcional a su inmensa doblez, ni por la estulticia de unos “pacifiestas” que quieren apagar hogueras con pétalos de rosas, se puede reducir uno de los capítulos claves para la seguridad, integridad y existencia de nuestra nación; aprovechando además la ejemplar disciplina y acatamiento de nuestros militares.

El día que llegue la paz universal hablaremos; entre tanto, arma al brazo a quien corresponde por Historia y Constitución y en lo alto las estrellas.

Pedro Conde Soladana

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