Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es
El brutal asesinato de Víctor Laínez
Hay, casi siempre, dos maneras de matar a las instituciones o a las personas. A las primeras mediante la destrucción física como le sucedió al Palacio de Invierno en Rusia o a la cancillería alemana o, a través de incansables y costosas campañas de desinformación y calumnias como pasa con algunas asociaciones y partidos políticos, y Falange Española es un caso evidente en España. Las personas, lamentablemente, sufren igual despropósito, y las matan con la denigración más abyecta, con la mentira más falaz y hasta con la media verdad interesada, que es una de las formas más odiosas de acabar con el adversario. El otro modo de matar es, como ha pasado en estos días, asesinando fríamente a quién piensa de distinta manera, le cae mal, y rechaza su ideología tomándolo como señal inequívoca para su eliminación.
En Zaragoza, un individuo de extrema izquierda, militante okupa radical, expresión viva del odio que emanan ese tipo de asociaciones, ha optado por matar a un paisano, por el solo hecho de llevar unos tirantes con los colores de la bandera nacional. Es una táctica, o tal vez una estrategia utilizada por los grupos anti sistema, anti democrático e izquierdista, que pueblan nuestro país, desde el norte peninsular hasta nuestras ciudades más próximas, Murcia o Cartagena, en donde la violencia extrema puede ser hecha por los llamados “attfás” de los que habla algún periodista audaz.
Hace pocos días, en Zaragoza, han matado a un simpatizante falangista, o falangista a secas, por supuesto por la espalda y sin posibilidad de defenderse, como bien apunta en su auto la Juez encargada de la instrucción. Su asesino, un tal Rodrigo Lanza, el Rodri, de pasaporte chileno, ha rememorado la vieja consigna ultra izquierdista de destruir al adversario, que en esta ocasión se llama Víctor Laínez. Un crimen como muchos años antes se cometió en Paracuellos, España, o en Katin, en Polonia, con el mismo procedimiento – asesinato-, aunque en miles de personas cuya culpa fue que no pensaban como ellos. Y la pregunta nos viene de corrido, ¿Ha habido en los medios de comunicación y en las redes sociales, una condena expresa, contundente y universal por esta muerte producida por un ultra de extrema izquierda, como era un falangista, no se merece una línea en la prensa del discurso correcto?
Personalmente desconfío de un periodismo dependiente del dinero, pero alzo la voz, proclamando la repugnancia que me ofrece personajes como ese Lanza, que por considerarse de izquierda ofende en su creída impunidad.
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Todos los españoles, orgullosos de serlo, condenamos este asesinato y deseamos que se haga Justicia. Pero a estas alturas, en que la familia ha designado letrado muy competente para la acusación privada, escribir un artículo para su publicación sin consultarlo con ese letrado puede resultar contraproducente y conseguir el efecto contrario al que se pretende. Se supone que el autor, dada su profesionalidad, ha tomado esta precaución.